
Ayer me robaron mi vehículo, gracias al exceso de confianza de un guachi y un legítimo cuentazo, aunque no extraordinario de un sujeto que, a todas luces, sabía lo que hacía.
Tenemos 22 días de habernos trasladado a una nueva oficina en un centro comercial en Escazú y entre las mil maravillas que nos hablaron del lugar, era que, en 10 años nunca había sucedido nada que lamentar. A nadie le habían robado nada de las oficinas, todo era muy tranquilo y por supuesto, podíamos estar confiados por la seguridad de nuestros vehículos, los cuáles por cierto, los cuidan unos guachis a quienes se les paga 2 mil colones semanales por carro.
En efecto, el lugar se ve muy tranquilo y seguro, hasta ayer. Cuando terminé mi jornada laboral, a eso de las 7 pm, alisté mis cosas y salí para dirigirme hacia mis clases de inglés, cuando veo que el guachi, que no es el que ha estado permanentemente en ese lado donde parqueo, se me queda viendo extrañado y pelándome los ojos me dice "ya vino el muchacho a llevarse el carro".
Me quedé fría, volví a ver mi espacio y en efecto estaba vacío. Pensé que era una broma y no hablé por unos segundos. Al parecer, el tipo andaba vestido como de mecánico, con gorra y ropa sucia, dijo que él era el mecánico de mi carro y que ocupaba llevárselo. Aquí es donde se dan contradicciones; ayer, el guachi dijo que él "se fue de pollo" y le dijo "ah, sí, de la muchacha que trabaja en el segundo piso". Sin embargo, hoy, dijo que fue el propio robacarros el que le dijo que me conocía desde hace muchos años y que yo sabía de qué estaba hablando.
El ingenioso tipo, le dijo que iba a ir a recoger la llave y que ya regresaba. A los 10 minutos salió con una llave en la mano, abrió el carro y se fue tranquilamente. La alarma antisecuestros nunca funcionó. Claro, es que ellos hacen un circuito, las "queman" y en dos segundos ya el carro queda desprotegido y con una llave maestra lo abren como si nada.
Mientras le preguntaba con indignación, por qué no me había ido a buscar en ese momento y cómo era posible que creyera semejante cuento, que, a como están las cosas hoy en día, es más que evidente que es un timo más; él se puso nervioso y trataba de hablar con los guardas de seguridad del propio centro comercial para tratar de buscar más excusas que darme.
El local cuenta con un parqueo bajo techo, sin embargo hay que pagar $125 al mes por utilizarlo, adicional al alquiler de las oficinas. Es por esto que, la mayoría de los inquilinos, se ven obligados a parquear en los espacios de afuera, cuando tienen suerte de encontrarlo, si no, toca dejarlo en la calle, confiando nuevamente en los guachis.
El hecho ocurrió a las 2 pm y yo salí cinco horas después. Hice la llamada de rigor al 911 y terminé saliendo del OIJ a las 10 pm. Como, evidentemente no me iba a quedar callada, me fui a primera hora a hablar con la administración del local y la respuesta que me dieron es que, el INS no les ha dado póliza de seguros, por lo que no pueden ayudarme ni hacerse responsables de nada.
Yo parquié en los espacios que el local tiene pintados afuera para estacionar, entonces, deberían de poder hacer algo, ¿no?, ¿Y qué pasaría si los demando?.
A pesar de la cólera de ver lo inocentes e ingenuos (en extremo) que a veces somos los ticos, muchos han tratado de consolarme con decirme que debo dar gracias a Dios porque no fue un bajonazo o un hecho más grave qué lamentar.
Esto me preocupa. Ahora se supone que debo agradecer que me robaron el carro de esta manera y no me hicieron daño. El día de mañana, probablemente algunas de las personas que han vivido el horror de un bajonazo violento, tienen que dar gracias a Dios y darse tres golpes en el pecho porque no los secuestraron o algo peor.
Qué lástima que tengamos que llegar a conformarnos con la sociedad en la que estamos empezando a vivir.